Algunos estamos convencidos de que los problemas que asolan a España son mucho más profundos de los que lucen en el escaparate mediático. Por ejemplo respecto a la Educación nacional, cuyas hondísimas fallas no tienen solución en el actual marco ideológico. Pero de esto hablaremos otro día.
La pasada campaña electoral en Madrid se tiñó de amarillismo cuando Miguel Sebastián desveló en un debate la condición adúltera de Ruiz-Gallardón. La reacción fue inmediata: aunque defensores y adversarios del alcalde madrileño coincidieron en argüir que la vida privada de un político debe preservarse de la opinión pública, los primeros guardaron silencio ante tamaña bajeza psocialista mientras los segundos se regodeaban en el barro, hablando sin hablar; difama, difama... que algo queda. Juegos de cama de la oligarquía partitocrática.
Algunos, por contra, creemos como Plutarco que a la mujer de César no le basta con ser honrada, sino que, además, tiene que parecerlo. Y no, no confundimos esfera privada (dominium) y esfera pública (imperium), fundamento de la política democrática. Los ciudadanos de una democracia deben saber cuáles son los valores morales por los que se rigen los aspirantes y detentadores actuales del poder público. Los ciudadanos deben saber que, por ejemplo, que el presidente del PSE, Jesús Eguiguren, es un individuo condenado por maltratar físicamente a su mujer. Es un imperativo para una democracia sana. La defensa de la privacidad de lo personal y familiar no puede ser una coartada para la hipocresía y la doble moral.
Pero lo dicho es peccata minuta ante la inmoralidad que el gurú de la derecha española, José María Aznar, manifiesta día tras día. Se ha propuesto hacerse rico a costa de su condición de ex presidente del Gobierno. La verdad es que su incontinencia verbal o su condición de reconocido magister en universidades yanquis tiene su gracia... allá quienes vayan a escucharle. Pero lo deleznable es la colección de consejerías que se afana en acumular. El bigote más famoso de la liberalismo derechista destepaís renunció hace unos meses a su condición de miembro del Consejo de Estado para convertirse en asesor del magnate de la prensa mundial Rupert Murdoch, al tiempo que viajaba a ese nuevo paraíso del capitalismo desbocado que es Rusia para mediar ante los oligarcas gasistas de aquel país. Su última muesca se la ha cobrado al convertirse en asesor de uno de esos tiburones capitalistas, un fondo de capital riesgo especializado en pelotazos inmundos, llamado Centaurus Capital y que atesora una de las peores famas del mundillo. Un espejo modélico y un anhelo que imitar, pensarán seguramente, la tropa no menos inmunda de los Sebastián, Arenillas y señora, Taguas, etc. Son los réditos personales de aquella impagable foto de las Azores.
La pasada campaña electoral en Madrid se tiñó de amarillismo cuando Miguel Sebastián desveló en un debate la condición adúltera de Ruiz-Gallardón. La reacción fue inmediata: aunque defensores y adversarios del alcalde madrileño coincidieron en argüir que la vida privada de un político debe preservarse de la opinión pública, los primeros guardaron silencio ante tamaña bajeza psocialista mientras los segundos se regodeaban en el barro, hablando sin hablar; difama, difama... que algo queda. Juegos de cama de la oligarquía partitocrática.
Algunos, por contra, creemos como Plutarco que a la mujer de César no le basta con ser honrada, sino que, además, tiene que parecerlo. Y no, no confundimos esfera privada (dominium) y esfera pública (imperium), fundamento de la política democrática. Los ciudadanos de una democracia deben saber cuáles son los valores morales por los que se rigen los aspirantes y detentadores actuales del poder público. Los ciudadanos deben saber que, por ejemplo, que el presidente del PSE, Jesús Eguiguren, es un individuo condenado por maltratar físicamente a su mujer. Es un imperativo para una democracia sana. La defensa de la privacidad de lo personal y familiar no puede ser una coartada para la hipocresía y la doble moral.
Pero lo dicho es peccata minuta ante la inmoralidad que el gurú de la derecha española, José María Aznar, manifiesta día tras día. Se ha propuesto hacerse rico a costa de su condición de ex presidente del Gobierno. La verdad es que su incontinencia verbal o su condición de reconocido magister en universidades yanquis tiene su gracia... allá quienes vayan a escucharle. Pero lo deleznable es la colección de consejerías que se afana en acumular. El bigote más famoso de la liberalismo derechista destepaís renunció hace unos meses a su condición de miembro del Consejo de Estado para convertirse en asesor del magnate de la prensa mundial Rupert Murdoch, al tiempo que viajaba a ese nuevo paraíso del capitalismo desbocado que es Rusia para mediar ante los oligarcas gasistas de aquel país. Su última muesca se la ha cobrado al convertirse en asesor de uno de esos tiburones capitalistas, un fondo de capital riesgo especializado en pelotazos inmundos, llamado Centaurus Capital y que atesora una de las peores famas del mundillo. Un espejo modélico y un anhelo que imitar, pensarán seguramente, la tropa no menos inmunda de los Sebastián, Arenillas y señora, Taguas, etc. Son los réditos personales de aquella impagable foto de las Azores.