13/4/07

Zapatero y el espíritu de Ermua

Los críticos pero bienpensantes con Zapatero y su PSOE creen que éste tiene la firme convicción de que los más profundos problemas políticos pueden solventarse mediante ingeniosos juegos de palabras. Un ejemplo de esto sería la sustitución del término "nación" en las reformas estatutarias por "realidad nacional". Es el argumento de la izquierda estúpida y/o traidora para demostrar lo "inofensivo" de dichas reformas. Es un reduccionismo pueril, sólo creíble por iletrados y analfabetos, creer que la lucha política puede quedar reducida a cuestiones lingüísticas. Los adversarios de Zapatero se consuelan dibujándolo como un Bambi, simple y bobalicón, que intenta hacer trampas a unos y otros con juegos semánticos. Pero los enemigos de Zapatero creen lo contrario: que la acción del gobierno socialista de Zapatero está perfilada por unos ejes políticos claros y planificados en las más altas instancias del poder psocio-prisista.

Se van a cumplir diez años de la irrupción en el erial español del denominado espíritu de Ermua. Aquello fue un hito en nuestra historia actual. El sacrificio de Miguel Ángel Blanco, un militante del PP, llevó a la calle a millones de españoles. La idea liberal de España ya tenía su mártir. Se inició un proceso de toma de conciencia política en la sociedad que ha acabado desembocando en el actual movimiento patriótico liberal español. Y se inició entonces el principio del final de la impunidad y el chantaje de los nacionalistas antiespañoles. Lo supieron entonces y los saben ahora. Están en una cuenta atrás. Cada día que pasa renace el patriotismo español y disminuye la indiferencia entre la ciudadanía. Por ello se lanzaron a tumba abierta: organizaron el frente nacional vasco en Estella, apremiaron a ETA, coordinaron su ofensiva con los nacionalistas antiespañoles de Cataluña y acudieron al PSOE. Y éste pactó con ellos.

El precio fue España. Sus fragmentos se los repartirían sociatas y etnicistas antiespañoles. El PSOE descabezó su sección vasca defenestrando a aquellos dirigentes que habían iniciado el viaje de reencuentro hacia esa cierta idea de España liberal y constitucionalista. Su nueva dirección vasquista pactó con ETA-Batasuna mientras en Cataluña, su sucursal catalanista hacía lo mismo con independentistas de diversa calaña: conservadores oportunistas, ex terroristas y postcomunistas. Una vez en marcha el tren, los demás barones locales no podrían quedarse en el tren y se irían sumando uno a uno. Mientras, sus pregoneros del agit-prop tenderían nubes de humo con la cantilena de que "España no se rompe".

Hoy, a punto de cumplirse el décimo aniversario, la alianza PSOE-nacionalistas antiespañoles se muestra en pleno fragor. Saben de la trascendencia de los símbolos en la lucha política, de sus efectos movilizadores. En el ayuntamiento de Ermua han pavoneado su ignominia. Han escenificado su ofensiva sibilina y torticera. Han pedido que el Foro Ermua, encarnación de ese espíritu patriótico liberal pierda su rasgo identitario, que deje de ser un símbolo movilizador. Y el gobierno de Zapatero les ha respaldado. ¿Detalles sin importancia? ¿Jalones de un plan político?

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