Seguir el juicio por los atentados del 11-M sorprende por una razón fundamental: las radicalmente diferentes interpretaciones que ofrecen los medios de comunicación, ejemplarizados en El Mundo y El País. Mientras los de Pedrojota siguen desmenuzando para la opinión pública los hechos ocurrido a la luz de las investigaciones oficiales y alternativas, los polanquistas tienen como único propósito apuntalar la llamada versión oficial. Éstos, siempre tan garantistas a la hora de recordar la presunción de inocencia de cualquier delincuente hasta la sentencia de su juicio, en esta ocasión evitan señalar que los encausados, todavía, son presuntos terroristas.
Más allá de que uno se crea o no la denominada versión oficial, la que se está juzgando, y que dé más o menos pábulo a las críticas que desde diversos medios y colectivos se han hecho a la investigación e instrucción judicial, la conclusión que más asombra e indigna a cualquier ciudadano español, ya sea de izquierdas o de derechas, es la soberana incompetencia de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado a la hora de prevenir estos atentados y de investigarlos. Y al respecto, nadie del PP o del PSOE ha asumido su responsabilidad.
Ante esta obviedad caben dos posturas: creérselo bajo la premisa de que los españoles somos así (Spain is different), o no creérselo bajo la de que los españoles no podemos llegar a ser tan estúpidos. Si aceptamos la segunda opción, la conclusión es lógica: hay gato encerrado. Así, las teorías conspirativas cobrarían sentido: no es posible que tal cúmulo de errores, chapuzas, y despistes no se deban a una mano oculta. Ahora bien, si realmente hubo una conspiración tampoco estuvo a salvo de esa incompetencia tan, aparentemente, congénita al ser español.
En cualquier caso, no parece probable que el juicio depare ninguna sorpresa a su finalización. Mi pronóstico es que la "versión oficial" se verá confirmada en su casi totalidad sin rechazar que se puedan dar algunas enmiendas. Lo cual anclará en el subconsciente colectivo todas las conspiranoias ya explicitadas.
Esta previsión no está realizada en función de la razón de una u otra versión, sino en un simple ejercicio de aritmética política. Y es que tras las últimas declaraciones de Rajoy, la ambivalencia del PP al respecto ha pasado a la historia. Ha dicho que acatará y respetará la sentencia, además de que la teoría de la conspiración le resbala. Así las cosas, mientras el PSOE apoya la versión oficial, el PP no apoya la contraria. Además, la mayoría de los medios de comunicación también respaldan la versión oficial. Nadie con peso político y social (incluso Luis del Pino ha desmovilizado a sus huestes) apoya la teoría de la conspiración, sólo ciudadanos bien intencionados, buenos patriotas.
Y puestos a especular sobre los orígenes de la conspiración ¿por qué no pudo ser alguien que pretendía el triunfo arrollador del PP? Este partido era quien controlaba los resortes de un Estado cuyas cloacas no fueron desinfectadas durante los ocho años de Aznar, y de haberse abierto camino entre la ciudadanía la acusación sobre ETA, su victoria electoral hubiera sido absoluta. Mientras la teoría de la conspiración no abandone las suposiciones, otras también valdrían, ¿no?
Más allá de que uno se crea o no la denominada versión oficial, la que se está juzgando, y que dé más o menos pábulo a las críticas que desde diversos medios y colectivos se han hecho a la investigación e instrucción judicial, la conclusión que más asombra e indigna a cualquier ciudadano español, ya sea de izquierdas o de derechas, es la soberana incompetencia de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado a la hora de prevenir estos atentados y de investigarlos. Y al respecto, nadie del PP o del PSOE ha asumido su responsabilidad.
Ante esta obviedad caben dos posturas: creérselo bajo la premisa de que los españoles somos así (Spain is different), o no creérselo bajo la de que los españoles no podemos llegar a ser tan estúpidos. Si aceptamos la segunda opción, la conclusión es lógica: hay gato encerrado. Así, las teorías conspirativas cobrarían sentido: no es posible que tal cúmulo de errores, chapuzas, y despistes no se deban a una mano oculta. Ahora bien, si realmente hubo una conspiración tampoco estuvo a salvo de esa incompetencia tan, aparentemente, congénita al ser español.
En cualquier caso, no parece probable que el juicio depare ninguna sorpresa a su finalización. Mi pronóstico es que la "versión oficial" se verá confirmada en su casi totalidad sin rechazar que se puedan dar algunas enmiendas. Lo cual anclará en el subconsciente colectivo todas las conspiranoias ya explicitadas.
Esta previsión no está realizada en función de la razón de una u otra versión, sino en un simple ejercicio de aritmética política. Y es que tras las últimas declaraciones de Rajoy, la ambivalencia del PP al respecto ha pasado a la historia. Ha dicho que acatará y respetará la sentencia, además de que la teoría de la conspiración le resbala. Así las cosas, mientras el PSOE apoya la versión oficial, el PP no apoya la contraria. Además, la mayoría de los medios de comunicación también respaldan la versión oficial. Nadie con peso político y social (incluso Luis del Pino ha desmovilizado a sus huestes) apoya la teoría de la conspiración, sólo ciudadanos bien intencionados, buenos patriotas.
Y puestos a especular sobre los orígenes de la conspiración ¿por qué no pudo ser alguien que pretendía el triunfo arrollador del PP? Este partido era quien controlaba los resortes de un Estado cuyas cloacas no fueron desinfectadas durante los ocho años de Aznar, y de haberse abierto camino entre la ciudadanía la acusación sobre ETA, su victoria electoral hubiera sido absoluta. Mientras la teoría de la conspiración no abandone las suposiciones, otras también valdrían, ¿no?
1 comentario:
Carlos: coincido contigo en que al final del juicio la VO es la que saldrá como sentencia (más o menos apuntalada, con muletas, más muerta que viva...) pero es la que saldrá. Nadie que haya tenido un mínimo interés en el 11 M se la creerá y la sombra de la duda estará omnipresente en todos. A partir de aquí harán todo lo posible para que los años vayan cayendo sobre ella (como en con el 23 F, como con los GAL1...) y tratarán que el 11 M pase a la historia y al más completo olvido. Esta sentencia pretenderá que no sepamos jamás quien estuvo detrás.
Lo cierto es que el 11 M supone un estado de shock en los españoles que cuestiona la libre voluntad de los que van a votar el 14 M. Elecciones bajo impressio.
Yo no sé quienes estuvieron detrás de esto. Aparentemente unos salieron beneficiados y otros perdieron. Y ni unos ni otros se libran de mis sospechas hasta el punto de que pudieran estar confabulados ambos ante un fin superior perseguido y logrado que no es desmentido ni por unos ni por otros ante la consumación de los hechos cotidianos. Y es que unos logran la legitimidad por esas elecciones y los otros prestan cobertura a esa legitimidad. El PSOE y el PP, cada uno en sus papeles, se apoyan el uno en el otro y están de acuerdo en lo esencial: la legitimidad de unas elecciones en ausencia de libertad de criterio y en el máximo fin perseguido por ambos, la transformación del Régimen mediante el quebranto de la propia legalidad del Régimen.
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