Dicen que en Rusia están pensando en pedir la canonización de Vladímir Uliánov, más conocido por Lenin. No son precisamente los nostálgicos comunistas quienes lo pretenden, que para eso allí sí suelen ser ateos, sino los flamantes nuevos rusos, un eufemismo bajo el que se esconde la nueva oligarquía consolidada al calor de Eltsin y Putin. Desde que en 1991 se hundiera definitivamente la Unión Soviética, el socialismo real, el comunismo y el marxismo... Rusia ha reunido al mayor número de millonarios indígenas del mundo. Aquel Moscú gris con regueros rojos del Hotel Lubianka y la usurpadora corte roja en el Kremlin ha desaparecido. Hoy, los salones imperiales refulgen con más intensidad, los neones del consumismo voraz iluminan los sueños de los infelices y el lujo derrochado salpica de indecencia la nieve gris con regueros rojos.
Puestos a montar una feria estrafalaria, a un tipo se le ocurrió una para millonarios. Y hoy, el lugar más indicado es Moscú, claro. Allí, los nuevos rusos despilfarran los dólares como aquí el agua de nuestros váteres. Les ha sido fácil el saqueo (bueno, la "privatización") de las enormes riquezas siberianas... y son tantas que no saben qué hacer. Por eso compran clubes de fútbol ingleses o decoran sus mansiones a base de mal gusto y ordinariez. Porque si algo no le gusta al tipo de la Millionaire Fair, un holandés de exquisitos modales, es la chabacanería y lo horteras que son. Pero no le preocupa, espléndidos ya lo son y el buen gusto, la elegancia o la distinción siempre llegan más tarde que los millones.
Noviembre, aquí, ha sido un mes para los trasnochados. A los habituales del facherío se les han sumado los comunistas celebrantes del aniversario de la Revolución Rusa. Se les ha visto en plena puerta del Sol con estandartes del Padrecito y banderas rojas, ciegos y tontos, ya sólo una opereta de balde para turistas y buscavidas. Dicen que un tal Abramovich, que pasaba por allí, se los intentó llevar a todos de mariscada y francachela.
Puestos a montar una feria estrafalaria, a un tipo se le ocurrió una para millonarios. Y hoy, el lugar más indicado es Moscú, claro. Allí, los nuevos rusos despilfarran los dólares como aquí el agua de nuestros váteres. Les ha sido fácil el saqueo (bueno, la "privatización") de las enormes riquezas siberianas... y son tantas que no saben qué hacer. Por eso compran clubes de fútbol ingleses o decoran sus mansiones a base de mal gusto y ordinariez. Porque si algo no le gusta al tipo de la Millionaire Fair, un holandés de exquisitos modales, es la chabacanería y lo horteras que son. Pero no le preocupa, espléndidos ya lo son y el buen gusto, la elegancia o la distinción siempre llegan más tarde que los millones.
Noviembre, aquí, ha sido un mes para los trasnochados. A los habituales del facherío se les han sumado los comunistas celebrantes del aniversario de la Revolución Rusa. Se les ha visto en plena puerta del Sol con estandartes del Padrecito y banderas rojas, ciegos y tontos, ya sólo una opereta de balde para turistas y buscavidas. Dicen que un tal Abramovich, que pasaba por allí, se los intentó llevar a todos de mariscada y francachela.
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