27/4/07

Derecho a Francia

La primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas en curso ha deparado diversas conclusiones.

La primera es que mientras crece la Francia conservadora o de derechas, declina la progresista o de izquierdas. Si las elecciones presidenciales de 2002 fueron un anuncio al mundo entero de esta realidad, cinco años más tarde las candidaturas identificadas como de izquierdas apenas alcanzan el 36,4% de los votos, el porcentaje más bajo desde el final de la Segunda Guerra Mundial (exceptuando la crisis libertario-individualista de 1968). Las opciones de la derecha han conseguido el 45%. Respecto a 2002 la izquierda ha perdido 4,5 puntos y la derecha 3,5%. La novedad estriba en que el "centro" ha ascendido casi 10 puntos, logrando el 18,5%. El declive de la izquierda es aún más evidente cuando se advierte que el partido del centrista Bayrou se alinea tradicionalmente con la derecha. Dentro de estos bloques, los extremos también son más sólidos en la derecha que en la izquierda: el 12,75% frente al 9%.

La segunda es la constatación de que el Frente Nacional está en la escena política para quedarse. No es el resurgimiento de los neofascismos, ni la expresión del voto protesta de los encabronados. Es una fuerza de derecha pura, populista y ultraliberal en lo económico que representa el hartazgo de los trabajadores y las clases medias-bajas perjudicadas por la política inmigratoria de la República. Después de 20 años de continuo crecimiento, ha perdido medio millón de votos sólo cuando la derecha moderada le ha arrebatado parte de su programa. Con todo, éste es su destino: darles de comer.

La tercera es que mientras la derecha es cada vez más derecha, la izquierda es cada vez menos izquierda. Mientras los conservadores saben lo que quieren ser, los progresistas continúan aún desnortados. Los dinosaurios comunistas están a punto de extinguirse (1,9%) y los post-revolucionarios de las diversas familias trotskistas (5,7%) han demostrado que cada vez son menos rojos y más rosas al pedir de inmediato el voto para la candidata del partido socialista, ejemplo paradigmático de esa "izquierda-caviar" tan franchute.

La cuarta es que Rajoy y los del PP no tienen vergüenza cuando se presentan como los primos-hermanos de Sarkozy y los suyos. Mientras aquella es una derecha consecuente, de principios gaullistas claros y concisos, liberales pero proteccionistas, con un sector público económico vigoroso; ésta es una derecha vergonzante y vendepatrias, cómplice del ruin destino que los conspiradores de la segunda transición en marcha han adjudicado a nuestra nación.

Por lo demás, la segunda vuelta entre Sarkozy y Royal es intrascendente. Sarkozy ganará porque sociológicamente Francia es de derechas y porque el futuro de la izquierda se nubla cada día más. Pero en lo esencial, nada cambiará (ni cambiaría si ganara Royal) ya que ambos son partícipes absolutos del régimen vigente. Sólo pueden ofrecer retoques aquí y allá, maquillaje para inanes individuos que seguirán con su intrascendente existencia entre el consumismo y los lamentos.

Ahora bien, ¿en qué nos influye a los españoles? Bueno, desde 1789 Francia siempre ha sido un referente para la tendencia de la política europea. Y allí se constata ahora lo que en España está comenzando a ocurrir: la paulatina pérdida por parte de la izquierda de su injustificada supremacía moral. Aquí, la derecha sociológica está perdiendo su acomplejamiento. Cada vez son más los intelectuales y periodistas que despotrican públicamente contra la izquierda y que son contestados con las viscerales reacciones de los intelectuales-artistas al servicio de Ferraz o con la artillería de grueso calibre que el universo (con sus estrellas, planetas y satélites) mediático prisista emplea a diario. Actualmente, internet está copado por medios de comunicación, webs, blogs, etc. conservadores y anti-izquierdistas. Los de ZP ya se han puesto manos a la obra para remediarlo con la reciente quedada de blogueros y afines en Valencia. Internet, por ahora, es una plataforma de comunicación relativamente libre y joven, territorio virgen para los más comprometidos. Y estos ya no están en la izquierda.

Lo más preocupante para la intelectualidad de izquierdas es que mengua por toda Europa, que se achica inexorablemente con el paso del tiempo... y que ya ni siquiera les queda París. Esto es un hecho. Que cada uno saque sus conclusiones.

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