Los propagandistas del régimen se empeñan en vender la imagen de un rey que reina pero que no gobierna, de un bonachón padre y abuelo real feliz en un inane segundo plano. En un reciente libro a propósito de Adolfo Suárez, uno de los dos jefes de Gobierno defenestrados en esta segunda Restauración... aunque en su caso sin necesidad de 200 muertos, Luis Herrero recordaba la osadía que el ahora duque de Suárez tuvo. Se le pasó, pobre diablo, exigir la abdicación del Borbón ante las evidencias públicas de sus turbios negocios en pos de una digna fortuna real que reemplazara a la que su abuelo, el no menos bonachón Alfonso de Borbón y Borbón, derritió por los casinos de Roma y Estoril.
Si uno rebusca entre el mar infecto de la propaganda de apariencia periodística que inunda los campos de la independencia informativa, noticias aparentemente menores como ésta nos permite intuir a los súbditos de su católica majestad, rey de Jerusalén y duque de Atenas y Neopatria, cuáles son los poderes reales reales: "El aval del rey, decisivo para que el director del CNI siga al frente del espionaje".
Si uno rebusca entre el mar infecto de la propaganda de apariencia periodística que inunda los campos de la independencia informativa, noticias aparentemente menores como ésta nos permite intuir a los súbditos de su católica majestad, rey de Jerusalén y duque de Atenas y Neopatria, cuáles son los poderes reales reales: "El aval del rey, decisivo para que el director del CNI siga al frente del espionaje".
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