Rajoy ha caído en la trampa que le tendió Polanco. Picó en el cebo tendido y su anuncio de boicot al imperio Prisa ha sido respondido con toda la artillería pesada disponible. Polanco ha entrado en la pre-campaña electoral acudiendo en ayuda de Zapatero. Ha dispuesto sus falanges en formación de ataque y ha arremetido contra la derecha española. La acusación es sencilla: la derecha española es antidemocrática, franquista y guerracivilista. En un sistema democrático no hay descalificaciones más graves. Y todo esto a cuenta de la libertad de expresión.
La libertad de expresión es el derecho a decir lo que uno quiera siempre que no atente contra las leyes. Así, en un sistema democrático la libertad de expresión es muy amplia pero nunca absoluta. Por ejemplo, no se pueden negar determinados acontecimientos históricos, no se puede incitar al odio racial, a la discriminación, etc., y no se puede atentar contra el honor y la dignidad de las personas. En otros regímenes políticos también existe, de facto, una determinada libertad de expresión más o menos amplia. Pero, ¿boicotear a un medio de comunicación atenta contra la libertad de expresión?
Lo que ha decidido el PP ha sido seleccionar a qué medios de comunicación privilegiar y a cuáles relegar. Esto lo hacen en mayor o menor medida todos los partidos políticos frecuentando a los más proclives. A nivel individual, también nosotros jerarquizamos nuestras preferencias y solemos pasar más tiempo con aquellos a quien apreciamos. Atentar contra la libertad de expresión sería prohibir, impedir, el ejercicio de la misma. A Prisa nadie le coarta su función informativa.
El supremacismo moral que se arroga la izquierda española le lleva a asegurar que el boicot del PSOE a TeleMadrid no es comparable porque este medio de comunicación es de propiedad pública. O a justificar exabruptos de sus periodistas en nómina pidiendo el cierre de medios de comunicación adversarios, o a relativizar los deseos de fusilar a periodistas radiofónicos de una de sus escritoras ¿intelectuales? orgánicas.
La formación que los humanos recibimos en nuestros primeros años condiciona nuestra cosmovisión, nuestra identidad, nuestros instintos. Para cuando llegamos a los treinta solemos tener formada nuestra opinión y no nos sale citar a nadie más que a nosotros mismos. Polanco anduvo hasta esta edad desfilando marcialmente en el Frente de Juventudes, recibiendo catequesis nacionalcatólica y abrevando en la fuente del Espíritu Nacional. Aquello lo determinó para el futuro, de allí a la eternidad.
Hoy, su criatura exhibe con impudicia las taras de su creador. Prisa es una secta jerarquizada, monolítica, sin lugar para los heterodoxos que vayan contra el dogma, donde los acólitos creen religiosamente en la línea que desde las alturas les anuncia la verdad revelada. Para ellos «El País es la verdad absoluta que toma conciencia de sí misma en sus páginas en un proceso de racionalización de la Razón» (Pedro G. Cuartango, El Mundo, 28/03/07). Y las respuestas de sus críticos sólo refuerza su visión mesiánica, maniquea y autoritaria de quien se paseaba con los huevos al aire siempre que podía entre sus camaradas de campamento.
La libertad de expresión es el derecho a decir lo que uno quiera siempre que no atente contra las leyes. Así, en un sistema democrático la libertad de expresión es muy amplia pero nunca absoluta. Por ejemplo, no se pueden negar determinados acontecimientos históricos, no se puede incitar al odio racial, a la discriminación, etc., y no se puede atentar contra el honor y la dignidad de las personas. En otros regímenes políticos también existe, de facto, una determinada libertad de expresión más o menos amplia. Pero, ¿boicotear a un medio de comunicación atenta contra la libertad de expresión?
Lo que ha decidido el PP ha sido seleccionar a qué medios de comunicación privilegiar y a cuáles relegar. Esto lo hacen en mayor o menor medida todos los partidos políticos frecuentando a los más proclives. A nivel individual, también nosotros jerarquizamos nuestras preferencias y solemos pasar más tiempo con aquellos a quien apreciamos. Atentar contra la libertad de expresión sería prohibir, impedir, el ejercicio de la misma. A Prisa nadie le coarta su función informativa.
El supremacismo moral que se arroga la izquierda española le lleva a asegurar que el boicot del PSOE a TeleMadrid no es comparable porque este medio de comunicación es de propiedad pública. O a justificar exabruptos de sus periodistas en nómina pidiendo el cierre de medios de comunicación adversarios, o a relativizar los deseos de fusilar a periodistas radiofónicos de una de sus escritoras ¿intelectuales? orgánicas.
La formación que los humanos recibimos en nuestros primeros años condiciona nuestra cosmovisión, nuestra identidad, nuestros instintos. Para cuando llegamos a los treinta solemos tener formada nuestra opinión y no nos sale citar a nadie más que a nosotros mismos. Polanco anduvo hasta esta edad desfilando marcialmente en el Frente de Juventudes, recibiendo catequesis nacionalcatólica y abrevando en la fuente del Espíritu Nacional. Aquello lo determinó para el futuro, de allí a la eternidad.
Hoy, su criatura exhibe con impudicia las taras de su creador. Prisa es una secta jerarquizada, monolítica, sin lugar para los heterodoxos que vayan contra el dogma, donde los acólitos creen religiosamente en la línea que desde las alturas les anuncia la verdad revelada. Para ellos «El País es la verdad absoluta que toma conciencia de sí misma en sus páginas en un proceso de racionalización de la Razón» (Pedro G. Cuartango, El Mundo, 28/03/07). Y las respuestas de sus críticos sólo refuerza su visión mesiánica, maniquea y autoritaria de quien se paseaba con los huevos al aire siempre que podía entre sus camaradas de campamento.
A raíz del despido de Hermann Tertsch por su patrono, Polanco, ha habido una explosión de fariseísmo entre los adversarios del imperio prisista. La purga de los empleados que no obedecen la línea editorial y empresarial de una medio de comunicación tiene toda la lógica y está plenamente justificado. Cualquier organización que pretenda ser coherente no puede tener al enemigo en casa. Esto no es pluralidad, es estupidez. La pluralidad radica en que existan medios de comunicación de diferentes ideologías y posicionamientos políticos, y que con trasparencia se sepa quién es su propietario. Defender otra cosa es un ejercicio de hipocresía.
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